En esta ventana, podrás expresarte, y leer una opinión objetiva que puede ser el camino que estás buscando para que todo funcione mejor. Es un gusto comenzar con un tema importante: el temor al rechazo y cómo acercarse a alguien cuando no estás seguro de sus intenciones.
Nos escribe un amigo con esta disyuntiva de esta manera:
Hola, me llamo Gabriel y tengo 24 años. Desde hace un tiempo, siento una atracción por mi vecino. No hemos hablado más allá de lo cordial, pero hay algo en su forma de estar que me inquieta. Nunca he tenido una experiencia con otro chico, y aunque esta sensación me resulta nueva, también es intensa. Me gustaría acercarme, pero no sé cómo hacerlo sin incomodarlo ni ponerme en una situación que me exponga demasiado. ¿Cómo dar un primer paso cuando todo parece incierto?
Querido Gabriel.
Hay algo profundamente valiente en reconocer lo que nos atrae, sobre todo cuando ese deseo se manifiesta por primera vez, a veces no se trata de tener certezas, sino de aprender a moverse con elegancia dentro de la duda. Lo que sientes no necesita ser resuelto de inmediato. Puedes permitirte habitar la curiosidad con sutileza. Un saludo más consciente, una conversación casual, una coincidencia buscada con tacto: pequeños gestos que construyen puentes sin exigir respuesta. No es necesario nombrar el deseo para que empiece a suceder. La falta de experiencia no es un obstáculo. Es una textura distinta. Lo importante es que el vínculo que estás imaginando no parta de la ansiedad por definirte, sino de la intención de conocerte en ese encuentro. El deseo —cuando nace desde el respeto y la conciencia— nunca es torpe. Solo es honesto.
Y si no hay respuesta, si esa historia no se da, sigue siendo valiosa. Porque incluso las atracciones no correspondidas nos revelan partes de nosotros que no sabíamos que estaban listas para despertar. A veces, el primer paso no es hacia el otro, es hacia ti mismo, la confianza se construye paso a paso y con bases firmes.
